Memorias para Diago Román.

Estaba cerquita de la puerta, te traje de la
mano para verla, nos agachamos, empujaste mis dedos para que yo la tocara y te
complací; saltó a tu pecho, te asustaste y yo también pero rápido la separé de
tu ropa. No hay que tenerle miedo a la esperanza, tócala, te dije y la rosaste
y me sonreíste, después la soltamos por la ventana para que los pequeños reptiles
no le hicieran daño, para que no amaneciera inerte como ha
sucedido otras veces.
Hoy, me preguntaste por la esperanza; yo estaba
mirando la verdadera.
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