"¡Chofe pare en el hospital que a un hombre le
dio una cosa!” gritaron desde el fondo de la guagua, y comenzaron los murmullos
de la gente. Al parecer, el conductor no escuchó, porque no varió la aceleración
del ómnibus, entonces alguien se hizo eco “¡Chofer pare en el hospital que a un hombre
le dio una cosa!”, pero saltaron otra vez del fondo “¡No, no, ya se le quito!”.
“Ya no
hay humanidad, este cogió la ruta más larga”, dijo una señora no al tanto del parte
más reciente, y la muchacha cercana la cuestionó “Dijeron que ya se le quitó”.
“Se
puso feo”, “los pies los tenía tumbados”, “eso es que tiene problemas de
azúcar”, corrían los comentarios cuando emergió la alerta “¡le está dando otra
vez!”.
El
conductor del ómnibus con matrícula BSM 432, en ruta desde el municipio de
Madruga a la ciudad de Matanzas por la carretera central, desconocía la entrada
al cuerpo de guardia del Hospital Faustino Pérez; después de rectificar el
rumbo con orientación de los pasajeros, tres jóvenes bajaron al señor que se
notaba muy decaído, sin fuerzas para avanzar solo. Entonces mayor
incomodidad se apoderó de los pasajeros, “vamos chofer”, dijo uno, “no, hay que
esperar a los que lo bajaron porque le
hacen un favor y no se pueden quedar botados”, inquirió otro.
Bajo
presión los segundos parecieron horas; en ejercicio de conciencia, acelerones
y frenazos fueron respuesta al dilema de aguardar por los socorristas o
respetar el horario de la ruta. Al fin los muchachos regresaron a tiempo para seguir viaje en la BSM 432, dicen que demoraron un poco
esperando saber la presión del epiléptico.
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