Porcelana, azul,
flores…
se funden en un
jarrón
que gira a
disposición
de los curiosos
señores…
Mientras el recorrido del tiempo añade valor a las piezas que se
cobijan
en el Museo Farmacéutico de la ciudad de Matanzas, a unos 100 kilómetros al
este de La Habana, el
imaginario del pueblo hereda leyendas que enriquecen el patrimonio cultural
inmaterial de Cuba.
Como testigo mudo de los años, en el
inmueble de estilo neoclásico
ubicado en la calle de Milanés, ante la otrora Plaza de Armas, actual Parque de
La Libertad, se
exhibe un majestuoso jarrón que representa en porcelana el devenir de la
institución creada hacia
1882.
La vasija que aunque diseñada para
conservar elementos en su interior solo cumplió función decorativa-, muestra
las imágenes del doctor europeo Ernesto
Triolet Lelievre -creador de la Botica Francesa del siglo XIX que actualmente constituye
Monumento Nacional-, y su primera esposa Justa de Figueroa.
No faltan los soñadores que arriban al
actual museo atraídos por la historia de que el mágico jarrón gira solo sobre
sí mismo, sin empeño humano alguno, para que el señor de casa recorra la vista
por el espacio propio.
Reales o no, las especulaciones imprimen más
brillo al hermoso tono azul sobre el cual se despliegan novedosos trazos a
relieve, y dibujos que conforman una corona de gloria para los individuos
representados.
Traído al Caribe desde el llamado viejo
continente, el objeto de más de 130 años de existencia constituye atractiva
pieza patrimonial, simbólico elemento cuyo diseño reta la cordura del
visitante, que imagina la eterna mirada de Triolet sobre frascos, libros y
herramientas dispuestas en el mismo espacio, hace más de un siglo.
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