viernes, 24 de abril de 2015

Delirios tras la puerta azul, donde surgen libros diferentes



   Rodolfo Rodríguez es un estibador de 41 años de edad que se mantiene atento para rescatar cajas de cartón que obsequia después a Ediciones Vigía, cual humilde pero útil presente a la institución que en la ciudad de Matanzas, cumple tres décadas de existencia en el hacer libros con las manos. 
   A primera vista, Zapatico, sobrenombre con el que coloquialmente rebautizaron los amigos al servicial cubano de piel oscura, parece un hombre inquieto, con nubes en la sien, pero su solidaridad  lo revela como un ser mucho más noble de lo que aparenta.
   En realidad, qué importa suponer que Rodríguez, en “buen cubano”, tiene algunos “tornillos sueltos”, si dice Agustina Ponce Valdés, directora de Vigía, que todas las locuras no son de ingreso, ni llevan medicamentos.
   “Pienso que quienes cruzamos la puerta azul –en el recinto número uno de la calle de Magdalena- tenemos locura propia, porque a veces no alcanzan los materiales, pero siempre uno encuentra otro apasionado que se anexa a la tarea –comenta Ponce Valdés.
   “A unos días de la jornada por el XXX aniversario del sello, la máquina con que se imprimen los textos se paró, pero Leonel Betancourt, trabajador de Ediciones Matanzas vino, zafó el artefacto, y lo echó a andar, así se suman personas a esta locura buena que es hacer el libro diferente.”
    Con páginas de dos o tres obras distintas al frente, con tijeras o pinceles sostenidos, no faltan quienes se impacientan y creen que los proyectos no van a salir a tiempo, o los que preferían trabajar en otro orden de prioridad, pero en cualquier caso, no cesan los cortes, las figuras ganan color, y los volúmenes nacen. 
   Desde el día 26 hasta el 30 venideros, novedades literarias como Delta de las arenas. Cuentos árabes. Cuentos judíos, una compilación de Rose Mary Salum; y Cuchillos en el aire, de Alfredo Zaldívar, corroborarán en la práctica la frescura de una editorial que se renueva constantemente.
   “Sobre estas mesas la gente llora, ríe, se encuentra, porque este lugar es como la casa de nosotros, por eso los libros salen, los hacemos para legar a esta ciudad obras que llevan mucho de los creadores, como los hijos de los padres” –afirma Agustina afincada en la madera.
  Dentro de breves jornadas, el panel Caminos de ida y vuelta, con intelectuales como Linda Howe, profesora de la Wake Forest University  en Estados Unidos, y lecturas de poesía y narrativa, darán voz a los artistas que durante el último lustro integraron el catálogo del sello fundado en abril de 1985.   
   Mientras el día 26 se aproxima, el ajetreo de manos artesanas se mantiene incesante al interior del taller con gran puerta azul que se ubica a orillas del río San Juan, y el estibador Zapatico permanece atento, como voluntario vigía, para no  perderse la presentación de libros que nacerán de la metamorfosis de simples cajas de cartón.

martes, 14 de abril de 2015

El Galeano que me toca



Ayer la muerte se llevó a Galeano de su cuerpo, pero como con Gabriel, también ha fracasado. No se lo lleva completo porque bien supo repartirse el escritor en vida, y somos muchos los que tenemos un pedazo de ese hombre en la mesita de noche.

Ayer, al verme triste, mi esposo me preguntó si lo había conocido, de mi silencio interpretó que lo descubrí de otra manera, lo toqué como lo harán mis hijos y mis nietos –cuando los tenga-, porque Eduardo es uno de esos que se deben conocer en algún momento aunque no sea en persona. 

Mientras la tristeza se asienta, y me acostumbro a la idea, al menos, me amparo en los abrazos de su libro, y sonrío:


Celebración de la fantasía
(tomado de El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano)

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado; había quien quería un cóndor, y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en la muñeca:

-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo

-Y anda bien -le pregunté

-Atrasa un poco -reconoció
.


sábado, 11 de abril de 2015

Arte en las calles de Matanzas





 Coloridos personajes
con sonrisas y canciones
alegran los corazones
en citadinos parajes.
Artistas con bellos trajes,
payazos, titiriteros
y curiosos matanceros
animan la urbe callada
en esta VIII Jornada
de Teatro Callejero.