Alguien gritó “¡Ahí vienen!”, y de la bodega, talleres y
casas comenzaron a salir personas que ágilmente llegaron a orillas de la
carretera central para ver a los competidores en el Clásico Ciclístico
Guantánamo-La Habana.
Hasta mi abuela Clarita
que no es amante de los deportes dejó de pelar la sazón y acudió presta a ver
el espectáculo, porque asegura que los frijoles pueden esperarla, pero los
muchachos no.
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